En algún lugar...

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Reflejo en la Ría de Bilbao. Zorrozaure - Bilbao - Por ahora España.

lunes, 6 de febrero de 2012

La edad de los países

El siguiente artículo no fue creado por mí, pero la capacidad de esta persona de viajar al espacio sin moverse de la tierra, me llevó a publicarlo.
¿Cómo llega alguien a semejante excursión? No lo sé. Pero ya que lo hizo, a disfrutarlo. 

“Una lectora sagaz me dice en un comentario de un artículo 'Argentina no es mejor ni peor que España, solo mas joven'. Me gustó esa teoría y entonces inventé un truco para descubrir la edad de los países basándome en el sistema perro.

Desde chicos nos explicaron que para saber si un perro es joven o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. Con los países, entonces, hay que dividir su edad por 14 para saber su correspondencia humana. ¿Confuso? En este artículo pongo algunos ejemplos reveladores.

Argentina nació en 1816. Tiene ciento ochenta y nueve años. Si lo dividimos por 14, Argentina tiene trece años y cuatro meses. O sea, está en la edad del pavo. Argentina es rebelde, es pajera, no tiene memoria, contesta sin pensar y esta llena de acné. Por eso le dicen el granero del mundo.

Casi todos los países de América Latina tienen la misma edad y, como pasa siempre en esos casos, hay pandillas. La pandilla del Mercosur son cuatro adolescentes que tienen un conjunto de rock. Ensayan en un garaje: hacen mucho ruido y jamás sacaron un disco. Venezuela, que ya tiene tetitas, está a punto de unirse para hacer los coros. En realidad quiere fifar con Brasil, que tiene catorce y la poronga grande. Son chicos; un día van a crecer.

México también es adolescente, pero con ascendente indio. Por eso se ríe poco y no fuma inofensivo porro como el resto de sus amiguitos. Fuma peyote y se junta con Estados Unidos, que es un retrasado mental de 17 que se dedica a matar a chicos hambrientos de seis añitos en otros continentes.



En el otro extremo, por ejemplo, está la China milenaria: si dividimos sus 1.200 años entre 14, nos da una señora de ochenta y cinco, conservadora, con olor a pis de gato, que se la pasa comiendo arroz porque no tiene para comprarse la dentadura postiza. Tiene un nieto de ocho, Taiwán, que le hace la vida imposible. Está divorciada hace rato de Japón, que es un viejo cascarrabias al que todavía se le para la chota. Japón se juntó con Filipinas, que es jovencita, es boluda y siempre está dispuesta a cualquier aberración a cambio de dinero.

Después están los países que acaban de cumplir la mayoría de edad y salen a pasear en el BMW del padre. Por ejemplo Australia y Canadá. Estos son típicos países que crecieron al amparo papá Inglaterra y de mamá Francia, con una educación estricta y concheta, y ahora se hacen los locos. Australia es una pendeja de 18 años y dos meses que hace topless y coge con Sudáfrica; Canadá es un chico gay emancipado que en cualquier momento adopta al bebé Groenlandia y forman una de estas familias alternativas que están de moda.

Francia es una separada de 36 años, más puta que las gallinas, pero muy respetada en el ámbito profesional. Es amante esporádica de Alemania, un camionero rico que está casado con Austria. Austria sabe que es cornuda, pero no le importa. Francia tiene un hijo, Mónaco, que tiene seis años y va camino de ser puto o bailarín, o las dos cosas.

Italia es viuda desde hace mucho tiempo. Vive cuidando a San Marino y a Vaticano, dos hijos católicos idénticos a los mellizos de los Flanders. Italia estuvo casada en segundas nupcias con Alemania duraron poco: tuvieron a Suiza, pero ahora no quiere saber nada con los hombres. A Italia le gustaría ser una mujer como Bélgica, abogada, independiente, que usa pantalón y habla de tú a tú de política con los hombres. (Bélgica también fantasea a veces con saber preparar spaghettis.)

España es la mujer más linda de Europa (posiblemente Francia le haga sombra, pero pierde en espontaneidad por usar tanto perfume). España anda mucho en tetas y va casi siempre borracha. Generalmente se deja fifar por Inglaterra y después hace la denuncia. España tiene hijos por todas partes (casi todos de trece años) que viven lejos. Los quiere mucho, pero le molesta que los hijos, cuando tienen hambre, pasen alguna temporada en su casa y le abran la heladera.

Otro que tiene hijos desperdigados es Inglaterra. Gran Bretaña sale en barco a la noche, se culea pendejas y a los nueve meses aparece una isla nueva en alguna parte del mundo. Pero no se desentiende: en general las islas vivien con la madre, pero Inglaterra les da de comer. Escocia e Irlanda, los hermanos de Inglaterra que viven en el piso de arriba, se pasan la vida borrachos, y ni siquiera saben jugar al fútbol. Son la vergüenza de la familia.

Suecia y Noruega son dos lesbianas de 39, casi 40, que están buenas de cuerpo a pesar de la edad y no le dan bola a nadie. Cogen y laburan: son licenciadas en algo. A veces hacen trío con Holanda (cuando necesitan porro), y a veces le histeriquean a Finlandia, que es un tipo de 30 años medio andrógino que vive solo en un ático sin amueblar, y se la pasa hablando por el móvil con Corea.



Corea (la del sur) vive pendiente de su hermana esquizoide. Son mellizas, pero la del norte tomo líquido amniótico cuando salió del útero y quedó estúpida. Se pasó la infancia usando pistolas y ahora, que vive sola, es capaz de cualquier cosa. Estados Unidos, el retrasadito de 17, la vigila mucho, no por miedo, sino porque quiere sus pistolas.

Israel es un intelectual de sesenta y dos años que tuvo una vida de mierda. Hace unos años, el camionero Alemania (que iba por la ruta mientras Austria le chupaba la pija) no vio que pasaba Israel y se lo llevó por delante. Desde ese día, Israel se puso como loco. Ahora, en vez de leer libros, se la pasa en la terraza tirándole cascotes a Palestina, que es una chica que está lavando la ropa en la casa de al lado.

Irán e Irak eran dos primos de 16 que robaban motos y vendían los repuestos, hasta que un día le robaron un repuesto a la motoneta de Estados Unidos, y se les acabó el negocio. Ahora se están comiendo los mocos.

El mundo estaba bien así, es decir, como estaba. Hasta que un día Rusia se juntó (sin casarse) con la Perestroika y tuvieron docena y media de hijos. Todos raros, algunos mogólicos, otros esquizofrénicos.

Hace una semana, y gracias a un despelote con tiros y muertos, los habitantes serios del mundo descubrimos que hay un país que se llama Kabardino-Balkaria. Un país con bandera, presidente, himno, flora, fauna... y hasta gente!

A mi me da un poco de miedo que nos aparezcan países de corta edad, así, de repente. Que nos enteremos de costado, y que incluso tengamos que poner cara de que ya sabíamos, para no quedar como ignorantes. ¿Por qué siguen naciendo países nuevos -me pregunto yo- si los que hay todavía no funcionan?

Perdí 6 kilos


Para un hombre de un metro setenta de altura, pesar noventa kilos, no es nada que esté fuera de lugar. Igualmente, ya habían comenzado a aparecer los primeros calores de octubre y la idea de ponerme lo más en forma posible para el verano, no me parecía un error. Fue así que decidí comenzar a ir a un gimnasio, nuevo en la ciudad, que con lo moderno de sus aparatos, inclinó la balanza a favor de su elección.
Al igual que todo aquel que comienza con una actividad que rompe con la rutina habitual, los primeros días, más allá de ser agotadores en lo físico, revitalizaron todo mi sistema.
Llevaba no más de dos semanas concurriendo al lugar, cuando una mañana cuando me retiraba y revisé el celular tenía una llamada de un número desconocido. No suelo devolverlas, por lo que quedó en el archivo. Si era por algo importante volverían a llamar.
Y así fue, aquella tarde en el trabajo sonó el celular con el mismo número de hacía unas horas. Era el Mambo, amigo del que no tenía noticias hacía por lo menos ya cinco años y del que lo último que me había enterado era que estaba viviendo en Paraguay.
Como todos los amigos que aparecen después de un largo tiempo de ausencia, el Mambo necesitaba un favor. En realidad, más que un favor, estaba en un negocio, en el que yo, por mi trabajo como encargado de la aduana de Colonia, podía participar.
La oferta no era mala. Mi trabajo no era mal pago, sin embargo, la posibilidad de hacerme de una suma de dinero con la que no contaba y haciendo una maniobra extremadamente sencilla desde mi puesto, hacían que dudara de la respuesta que le iba a dar al Mambo, al otro día a más tardar.
No todos los días uno recibe una llamada, ofreciendo ingresar al país 14 kilos de cocaína.
La transacción equivalía a 700 mil dólares, de los cuales, 70 mil quedaban para mi si todo salía correctamente.
Después de una noche de desvelo y de haber imaginado dónde gastar esa plata que iba a caer del cielo, lo llamé a eso de las 6 de la mañana para avisarle que aceptaba la oferta.
Me fui al gimnasio como todos los días anteriores, aunque, esa mañana transpiré más que nunca. Sentía esa adrenalina de saber que en menos de 24 horas, estaría hecho mi parte de la transacción –pasarla por el puerto esquivando los inspectores de la aduana- y fin del cuento.
Ese día estuve 3 horas en los aparatos, pensando –a la vez que hacía ejercicios- si quedaba, más allá de lo completo de la estratagema, algún vericueto por el cuál pudieran descubrirme. Aparentemente el plan era perfecto, si realizaba las maniobras que el Mambo me había dicho, sobre el mediodía del otro día estaría cobrando y deslindado del resto de la operación.
Esa tarde en la oficina se me hizo eterna, quería que sea el otro día, más precisamente las 11 de la mañana, hora en la cual llegaba la lancha contratada para el ingreso de la mercadería
La noche fue más larga aún. Al igual que la noche anterior no pegué un ojo, por lo que al cansancio del gimnasio, había que sumarle el estrés que me había producido y el desvelo, que llegaba a 48 horas ya sin lograr siquiera pestañar.


Como todas las mañanas, volví a ir al gimnasio, esta vez no pensaba en los ejercicios que hacía sino, en los detalles que no podían fallar.
A las 10 de la mañana entré a mi trabajo. Hermoso día en Colonia, que no podía disfrutar hasta tanto no hubiese terminado con la única tarea importante que tenía en el día.
La lancha llegó puntual, con un par de señores a los cuales no conocía y que actuaron de una manera tan natural que ayudaron a calmar los nervios que tenía.
La droga había sido empaquetada disimuladamente y tal como estaba previsto, no fue difícil, encargándome yo del despacho de esa carga, evadir los radares y hacerla pasar directamente a un sector de menor control y en la cual podría continuar su viaje después de cargada en la van, que había estacionado 5 minutos antes.
No todos los paquetes contenían cocaína, algunos eran para disimular el cargamento. Fui llevándolos al lugar dónde uno de los señores los acomodaba en la parte trasera de la Ford del 88.
No sé en que momento ocurrió el descuido. Los señores tampoco lograron percatarse. Cuando nos dimos cuenta, estábamos discutiendo sobe el posible paradero del paquete principal, uno con 6 kilos de la blanca sustancia, que no aparecía por ningún lado.
Ya no había nada que hacer…se perdió en un instante y los tres, en un estado de nervios comprensible por la situación decidimos dar por concluida la búsqueda para no hacer un revuelo y que toda la aduana se entere lo sucedido. Ellos a seguir su camino y yo al trabajo.
Me senté, dándome cuenta de los 70 mil dólares que había perdido, por inexperiente.
Tomé el celular y escribí el mensaje, destinado al Mambo. “Perdí 6 kilos”, era lo único que decía. Los nervios todavía eran parte de mi cuerpo, haciendo que no coordinara bien.
Mambo y “Mamá” están pegados en la lista de contactos del celular por lo que, en mi estado, no me pareció extraño que cometiera la torpeza de enviárselo a mi madre.
A los dos minutos sonó el celular, era ella, alegrándose por mi mejor estado físico y alentándome a que no dejara el gimnasio y el buen comer.
Seguí su consejo, después de todo, esa vida era más sana.